sábado, 30 de abril de 2011

Montjuïc (Cap 3)

 
La intensidad del tráfico obligaba a ir despacio. Así que nos resignamos mientras formábamos parte de la multicolor nube de coches que intentaba entrar en la ciudad en hora punta.
Sentado detrás, el ángel parecía estar en otro mundo, su mirada saltaba de un sitio a otro barriendo el puerto, el cementerio, la elevaciones del norte de Barcelona, incluso creí escucharle decir en voz baja algo así como “Todo ha cambiado, hay demasiados cambios” y continuaba reconociendo lugares.
_”José, ten la bondad de tomar la primera salida e intenta subir a Montjuïc”_Pidió Ubel con delicada voz de mujer.
Me giré y le pregunté.
_”¿Hay algo que buscar en esa montaña?”
El ángel se reclinó en el asiento, pasó las manos por los cabellos he hizo uno de sus típicos gestos, pellizcarme amorosamente una mejilla.
_”No, pequeña”
_”Entonces para qué vamos allí”
_”Para poner en orden mis recuerdos”
_”¿Es que acaso no tienes un cerebro celestial?”_ preguntó con cariñosa ironía mi esposo mientras hacía un cambio de carril.
_”Tengo un buen cerebro”_ replicó el ángel_”Pero también tres mil años en las plumas de mis alas ¿Imagináis la de cosas que he tenido que ver?”
_”Buenas y malas”_dije.
_”Buenas y malas, pequeña ¿sabes? Lo peor no es haber compartido los malos momentos de los humanos, sino la frecuencia con que ustedes suelen repetir los mismos errores. Caen siempre bajo la seducción del falso líder de turno que siempre promete cosas que después no cumple”
_”¿Y si apareciera un líder que cumpliera aquello que promete?”_ preguntó José desde una hipotética situación.
La hermosa morena sentada detrás apagó la luz de su mirada mientras parte de ella viajaba a sitios remotos del pasado.
_”¿Te refieres a la persona capaz de hacer de sus actos una proyección del pensamiento humanista, que mezcle lo mejor de vosotros en un presente unido al mejor pasado, creando un mejor futuro?”
_”Si Ubel, y que no termine bajo las balas de un sicario o un fanático religioso, incluso traicionado por su propia gente”
_”O crucificado”_ dejó caer el ángel desde el eco de sus propias lejanías.
_”Si”_dije yo_”Como Cristo, a propósito, creo que tú le conociste, lo digo porque tenemos pendiente el asunto entre Abigail y el romano y recuerdo que ella era amiga de María, la madre de Jesús. Oye Ubel, dime una cosa ¿Cómo era Jesús? ¿Se parece al que vemos en las películas y los cuadros de pintura?”
_”¿Jesús? Bueno, a quince metros de distancia, era el hombre más normal que podéis imaginar.
_¿Por qué a quince metros?”
_”Por que jamás alzaba la voz, pero aquel que se acercaba lo suficiente para escucharle podía sufrir cambios irreversibles en su alma. Nunca entendí del todo cómo hacía para predicar, hasta que dí con el truco. Cuando él quería la atención del público que se reunía a su alrededor, miraba a los ojos de las personas y una vez realizado el contacto, pasaba información de naturaleza humana y divina en dosis tan perfectas que la gente se quedaba convencida de haber oído un largo discurso cargado de verdades; en realidad fue un experto en economizar palabras.
_”Es que las palabras pueden ser peor que puñales”_dijo José mientras entraba en las curvas que suben al castillo.
Ubel afirmó con la cabeza.
_”Se enfadaba un poco cuando veía que las palabras quedaban cortas ante la profundidad del mensaje, por eso se apoyó tanto en las parábolas y aún así, no siempre quedaba satisfecho, es que era muy autoexigente. Además sabía que en él se depositaba la Gran Esperanza  y que su tiempo tenía fecha temprana de caducidad, sentía a sus espaldas la responsabilidad y el amor que había heredado de la vida y obra de anteriores Maestros Ascendidos”
_”¿A quienes te refieres?”
_”Antes del nacimiento de Jesús hubo Grandes Personas, Maestros, Guías y Conductores espirituales que fracasaron en su empeño de cambiar a los seres humanos. Todos conectados al “Sueño de Dios” pero sometidos al laberinto de la época en la que intentaron influir.  Recuerdo con mucho amor a  Immar Lovúch, era mujer, fundó la Atlántida. No le conocí, su historia es más antigua que yo, pero antiquísimos ángeles me dijeron que era fuerte, hermosa y muy perseverante. Durante años cambió, con paciencia y consciencia, a los habitantes de lo que fue una rústica isla, en el arte de la sabiduría, control de la materia y la amplificación pensamiento. Dejó al morir una Ciudad Estado de extraordinario poder y casta de sabios maestros que continuaron su labor hasta lograr altísimos niveles de perfección del legado de Immar Lovúch. El propósito final no era otro que el de sacar de la barbarie a las tribus que habitaban el actual territorio de Europa y el norte de África bajo el manto protector de la ciencia, la tecnología en armonía con la espiritualidad que se logra en comunión con la naturalezas. Pero el hundimiento de la isla fue demasiado inesperado y la mortandad enorme. Entre lo poco que se salvó se encuentra la información que años después usaron los faraones de Egipto para perpetuarse en el poder mediante dinastías a las que ya no le importaban los orígenes de los fundamentos que les hicieron únicos en el mundo antiguo. José, aparca cuando quieras”   
Nos detuvimos en una solitaria avenida en medio de las curvas y bajamos para seguir a pié la ruta a los más alto de Motjuïc.
Al ver la chica andar descalza, pregunté por las sandalias que le había dejado. Señaló hacia nuestro vehículo y continuó caminando.
_”No imaginas lo que es llevar años en el aire. Necesito sentir el suelo, aunque sea asfalto”
_”Vale, ¿Y de qué otro Maestro tienes información?”_ pregunté intrigada.
_”Se llamaba Jun, nació en lo que sería hoy Hong Kong, cientos de años antes que Jesús.  Hombre con las ideas muy claras, ejemplo de amor y bondad hacia los humanos, fue traicionado por su propio tiempo histórico y su nombre borrado por orden de un sanguinario y spicócapa Emperador temeroso del poder de sus ideas. Nadie recuerda su paso por este planeta. Toda una pena”
A medida que subíamos se hacía más de noche y el fresco obligaba cerrar cremalleras y tirar de bufanda, pero Ubel, descalza y sin mangas, andaba a paso ligero, moviendo el culo, ajena a los piropos que lanzaban chicos jóvenes desde los coches que subían y bajaban animados por la imponente figura del femenino avatar que se había agenciado nuestro querido ángel.
Se notaba que disfrutaba de su estancia en la tierra. Se detenía con frecuencia para hablar con los viejos árboles de la cuesta y se dirigía a ellos saludándoles en idioma Uk y luego les abrazaba y regalaba besos, les decía cosas como “Me alegro de verte, cómo has crecido” o “¿Sabes que conocía tu madre? Tú eres igual que ella, un pino precioso” y venga a dar más besos y treparse por las ramas.
José, algo nervioso, le decía a media voz.
_”Ubel, por lo que más tu quieras, por favor, baja del árbol… ¡Ay!... tampoco saltes de una rama a otra, que no eres un mono. Eres un ángel”
_”Calma, déjale”_ pedí a mi esposo _”Él fue quien me enseño, cuando era niña, a querer los árboles y hablar con ellos ofreciendo mi amor y escuchando sus mensajes, déjale, ésta es su noche, simplemente está saludando a viejos amigos”
Un choche patrulla de la policía autonómica se detuvo ante nosotros alertados por la singular imagen de una chica  colgada, cabeza abajo, de la altísima rama de un enorme pino de la calzada.
La pareja de Mossos de Escuadra, salio del vehículo, se trataba de una mujer joven de pelo rubio con trenzas y un hombre de mediana edad y entradas en la frente que hacían sospechar una pronta calvicie.
_”Bona nit”_ saludaron en catalán.
_”Buenas noches, agentes”_ contestamos en castellano.
_”¿Está con ustedes?”_ preguntó el hombre señalando a Ubel con el índice.
_”¡Oh, si! Ella viene con nosotros pero, no se preocupen, enseguida baja. Todo está bien”
_”¿De veras? Porque  a esa altura tendremos que llamar a un coche de bomberos.”
La chica policía anduvo unos pasos y se detuvo sobre las raíces del árbol.
_”Pero mujer, por Dios ¿No ve que puede caerse y partirse la vida? Baje inmediatamente” _ordenó imperativa_ “¡Ahora!”
Desde lo alto se escuchó una voz.
_”Dice el árbol que no le gusta que le pisen. Dice que las raíces necesitan respirar.”
Los policías intercambiaron miradas de preocupación.
La mujer se dio la vuelta dispuesta a pedir refuerzo por radio cuando una sombra aterrizo a sus espaldas.
_”Hola Susana Bonet, ¿cómo siguió la fiebre de tu niño?”
La chica policía dio un respingo e inmediatamente sacó el arma. Ubel continuó dando información íntima y personal sobre ella, su hijo, su madre y hasta el espíritu del fallecido padre.
El desconcierto llegó al hombre de la ley que ni siquiera trató de defenderse de alguien que, segundos antes, se encontraba colgando de una rama a más de diez metros de altura.
José y yo quedamos petrificados. La pistola de la Mosso de Escuadra apuntaba a la cabeza del ángel pero éste no perecía preocuparle mucho y continuaba hablando con voz tenue y dulce, como cuando se le habla a un niño, hasta que el arma volvió a su funda y entonces abrazó a la policía que rompió en sonoro llanto. La hermosa morena le hizo una señal al otro agente para que se acercara.
Suavemente, empujó a la chicha hacia su compañero. Ellos quedaron mirándose fijamente, muy juntos.
_”David, abrázale, estréchala muy fuerte y dale de tu calor”_ el poli cerró los brazos con la agente Bonet dentro_ “No hay razón para seguir sufriendo soledades, fijaros en vuestro ojos, allí hay palabras nunca dichas y deseos por confesar. Besaros, como si fuera la primera vez que besáis a alguien profundamente añorado. Desaten lo que lleváis dentro”
_”¡Ay, mi madre!”_ escuché decir a José.
Los agentes de policía se entregaron a las caricias y los besos guardados en las costuras de los uniformes.
Y comenzaron a molestar los cables de la radio y el cinturón con las armas reglamentarias, y las linternas, las esposas, las chaquetas y las boinas, los spray antidisturbios y los botones de las camisas y las cremalleras, como si las ropas ardieran sobre las pieles.
Entonces, en un acto de infinita bondad, el ángel abrió la puerta trasera del coche patrulla para que estuvieran más a gusto y allí quedaron, sacándose prendas del cuerpo, detenidos dentro del propio frenesí desatado, incomunicados de un mundo exterior ajeno a lo que fluía de pozos profundos mientras liberaban sentimientos en forma de sexo y ternura.
Yo seguía hecha una estatua de sal y José aún estaba trabado en el “Ay, mi madre”. Ubel se acercó, me pasó el brazo por los hombros, con el que sobraba enganchó una manga del cubano y seguimos andando en silencio, los tres abrazados, subiendo la cuesta sin prisas aparentes, alejándonos de un coche oficial que parecía, por la forma de menearse, haber cobrado vida propia.
_”Entonces”_ dijo el ángel como si nada_ “Les cuento la historia del Tercer Maestro Ascendido. Queréis escucharla ¿no?”
          

Transformación (Cap 2)

_”Gracias mi amor”_ le dije trayendo su cabeza a mi pecho_” ¿Te sientes mejor?”
Hizo un gesto afirmativo. No hice preguntas, para mí ya era suficiente, para él también. Algunas cosas de aquella historia las conocía sin muchos detalles, otras estaban de estreno mundial.
Lejos de enfadarme por la parte de su vida jamás contada, comprendí que, de haberlo sabido antes, tal vez no estuviera tan preparada como lo estaba ahora para asimilarla.
Ubel debía saber algo sobre la larga conversación que ocurría en nuestra habitación porque, sorprendentemente, nos dejó descansar varias horas, algo digno de elogio para alguien como él cuya presencia en este plano dimensional, le obliga a calcular el uso de cada segundo de los minutos sobre la tierra de los mortales y mortíferos seres humanos
Al despertar llamé por teléfono a mis hijas. Supe que todo estaba bien, incluso sospechosamente bien en sus entornos y cuando más tarde le pregunté a Ubel si tenía algo que ver con el súbito retorno de la paz y la armonía en sus vidas privadas, se limitó a un arqueo de ceja y una media sonrisa.
_”Ubel”_le inquirí llena de dudas_ “Nosotros te vemos solamente a ti pero, ¿hay a tu lado más entidades que tengan que ver contigo?”
_”O que tengan que ver con el bienestar de nuestra familia”_ redondeó José.
El arcángel tenía medio cuerpo dentro del armario ropero de la más joven de mis niñas, removía prendas en los cajones y descolgaba perchas buscando algo que combinara con unos ajustadísimos pantalones de cuero negro que había encontrado y que le quedaban divinos.
_”¿Ésta, o ésta?”_ fue la contra respuesta del ángel, sometiendo a nuestro juicio el combinarse con una ajustada camiseta blanca o una blusa color sangre algo, más holgada.
_”La roja”
_”La blanca”_opinó José y nos miramos a la vez.
Expliqué mis razones _”La roja, cariño mío, le pega más porque tiene la piel morena.”
José puso cara de profesor de física cuántica mientras discrepaba conmigo
_”Sin embargo, mi vida, sigo pensando que es la blanca porque los pantalones son muy negros y el blanco le ofrece un alto contraste, muy favorable junto al color del pelo aunque… bueno… hay un problema con, las alas.”
Regresaron las telas al armario y salió con aires de estandarte una blusa dorada sin mangas y atrevido escote.
_”Me quedo con esta, ah, y por las alas no os preocupéis, mirad”
El ángel cerró los ojos y bajó la densidad molecular de una parte de su cuerpo, las alas fueron transparentando su presencia hasta quedar reducidas a dos pequeñas marcas parecidas a cicatrices entre los omoplatos.
_”¿Qué tal?”_ preguntó mostrando la súper coqueta espalda mientras se introducía la prenda por la cabeza.
_”Bien, no está mal”_ dije en medio del asombro.
_”¿Qué no está mal?”_ protestó José_”El problema es que tienes un pecho de boxeador profesional que no pega para nada con lo que llevas puesto”
Ubel no pudo contener una luminosa carcajada.
_”Esta noche hay luna llena. La luna influye mucho sobre los ángeles, y en muchas las mujeres”_dijo dedicándome una mirada cómplice_ “Decirme qué tamaño les pongo porque hoy no pienso volar”
Y se puso de nuevo a reestructurar los músculos enviando hacia adelante los tejidos que no necesitaba haciendo brotar ante nuestros atónitos ojos y par de mamas tan perfectas que harían soñar al mejor cirujano plástico.
José me miró con cara de “¿y éste qué se ha metido en vena?” y yo le respondí alzando los hombros.
_”¿Mejor?”
_”No”_dijo tajante José, palmeando en el aire_”Tienes demasiadas…te…tas… ¡Es que pareces un putón!”
_”Si Ubel, quita un poco, yo te voy diciendo cuanto”
Obediente, el ángel fue bajando gradualmente el volumen de sus pechos hasta quedar con una talla mucho más armónica respecto al cuerpo.
Y entonces surgió una de las mujeres más bellas que imaginarse puede.
Le conduje a un espejo de cuerpo entero y comprobé que apenas necesitaba un toque de maquillaje pues ella, o él, transmitían un tipo de hermosura natural y a la vez salvaje sensualidad, que hacía innecesario el milagro de los cosméticos.
Le di mi veredicto, sintiéndome un poco como cuando mis hijas me buscan para ver si acertaron con la ropa antes de salir de fiesta. Había gran  cantidad de ternura e inocencia en aquella escena que ya forma parte de mis recuerdos surrealistas.
_”Como mucho, un toque de brillo en los labios y algo de sombra en los ojos, pero muy tenue, porque arreglando las pestañas creo que ya será suficiente, así no vas cargado, perdón, cargada.”
Ante nuestro desconcierto, Ubel explicó que se sentía mujer, que no pasaba nada, que había días que sentía como hombre y en ambos géneros estaba cómodo porque así son las cosas y como tal hay que aceptarlas.
Además, él necesitaba de tales roles porque en su labor mediadora entre los humanos, la mejor manera de entendernos era saber qué se siente siendo hombre y siendo mujer.
El Ubel que José conoció en Angola nada tenía que ver con la paralizante morena que estaba en nuestro piso. El colofón de aquella jornada llegó cuando la criatura, guiándose por el espejo, fue remodelando los huesos del rostro, suavizando contornos, re perfilando el óvalo y los arcos superciliares buscando un toque más oriental en la mirada con un alargamiento de los párpados, aunque dejando íntegra su nariz griega, las cejas y los labios carnosos.
_”Eso debe doler”_ comentó José en medio de un erizamiento_ “Ubel ¿A qué viene esta transformación?”
_”Celebro el fin de un ciclo y el comienzo de otro” _ respondió el amigo/a mientras colgaba del cuello un fino collar de cuentas de cuarzo rosa_”Pude tomar la identidad de un minero y celebrarlo en una plataforma petrolífera del océano índico, moviendo hierros y cables pero…hoy hay luna llena, estoy con mis humanos preferidos, me siento chica, me di un banquete de sol mientras dormíais, hablé con el Creador y me otorgó nuevas licencias. Para vuestra tranquilidad, Bémbu y Ki-óko se encargan temporalmente del bienestar de vuestras hijas (para así tener más tiempo nosotros) ¿Qué más? Pues, hay gozo en mis cinco corazones y mucha paz en el alma que habita mi esencia. Poneos guapos, vamos a pasear por Barcelona. Un ángel, una asturiana y un cubano, somos un trío perfecto para dejarnos llevar por la magia de la ciudad. Sobre todo porque vamos a ir a la Barcelona oculta, la que esconde algunos secretos que debéis conocer porque éstos tienen que ver, aunque no lo creáis, con vosotros.”
Media hora después, nuestro coche giraba a la derecha abandonando la autopista y tomando prudentemente la Ronda Litoral mientras a nuestras espaldas, el astro en su ocaso iluminaba con los últimos rayos las grúas del puerto y a la izquierda, mirando al sur, la cúpula plateada del noble y chaparro faro de la montaña de Montjuïc con su linterna encendida sobre el Mediterráneo en calma.

Un ángel en mi patio (Cap 1)
José Antonio Quesada
PARTE II

_”Recoge que te vas para Cuba”_ dijo el celador de la prisión una mañana de pertinaz lluvia.
Un par de horas después, con la mente extraviada por la brusquedad del cambio, más una reunión en el despacho de Fontanilla, José entregó en la armería los pocos efectos bélicos que le quedaban y repartió entre sus allegados paquetes de cigarrillos que no necesitaría en el futuro.
La noticia de su salida hacia Luanda corrió como pólvora, incendiando peticiones de envíos a la Isla, cartas apresuradas, fotos húmedas de química de revelado, pequeños presentes para hijos y esposas pero, sobre todo, aquello que jamás José había pedido; ser considerado algo de lo que no se sentía protagonista.
Talismán, sanador, brujo, resucitador, desviador de proyectiles, inmunizador de enfermedades, protector de aviadores, reparador de impotencia masculina, hijo de los dioses africanos, sobrino del diablo, ahuyentador de la mala suerte, conservador de matrimonios, espiritista, protector de la buena suerte, experto en pócimas y ungüentos mágicos, entre otras muchas leyendas, que no ayudaron mucho a calmar los nervios en el breve espacio de su vuelta a casa.
Casi toda la base fue a despedirlo y aquellos que no lo hicieron, por estar en puestos de combate, enviaron saludos y bendiciones.
Sobre las doce horas, la lluvia casi se torna en temporal dejando en duda la posibilidad de volar aquel día pero, contra todo pronóstico, el durísimo y legendario Antonov 12 apareció entre las nubes bajas y aterrizó aparatosamente abriendo las compuertas hidráulicas sin detenerse completamente en clara señal de que el despegue sería en breve.
Minutos antes de autorizar subir al transporte, el General Fontanilla entró en la pequeña sala de espera, apartó con el filo de su mirada a José del grupo y lo llevó a un rincón junto al lavabo.
_” ¿Sabes por qué te vas para Cuba, soldado?”
_”¡Si, compañero General! Estoy loco de remate”_Confesó en posición de firme.
_”Muy bien, muy bien”_ dijo el General frotándose las manos ante un guión perfectamente aprendido_”¿Y que tienes?”
_”Esquizofrenia, compañero General… y dos o tres cosas más”
_”Correcto, soldado, óyeme lo que te voy a decir, hay un vuelo para La Habana pasado mañana. Hay gente con más meritos que tú que se va a quedar en tierra para que agarres ese avión y te pires. Yo quería ver por mis propios ojos si te había quedado claro lo que ponía el documento que te di para firmar. Te recuerdo que jamás, bajo ninguna circunstancia, puedes hablar sobre lo que ha pasado aquí, en Luena. De hecho, aquí no ha pasado nada. Ése es el acuerdo ¿Entendiste?”
_”Si, entendí”
Por un altavoz dieron la orden de embarque y una veintena de soldados y oficiales comenzaron a moverse junto a sus morrales.
El General les cubrió con una mirada que incluía algo de envidia, algunos de ellos viajaban para ser destinados a otras unidades, pero otros volvían a la patria, José, en posición de firme, ni pestañeaba.
_”General”_dijo prudentemente _” ¿Puedo irme?”
Fontanilla hizo un mohín de resignación y regreso a José.
_”Si, claro, puedes irte… ¡Ah! Una última cosa… no es que crea mucho en eso pero ¿Tienes alguna información sobre…no sé…si saldré vivo de esta guerra?”
José miró la aeronave, los últimos de la fila ya estaban entrando.
_” ¿De mi respuesta depende que suba a ese avión?”
_”No, te juro que no”
Se tomó un par de segundos de reflexión antes de seguir.
_”Ocurrirá este mismo año, será durante un viaje con otros oficiales del Estado Mayor, usted no podrá oponerse a volar porque las órdenes se acatan y también porque no tendrá argumento que explique ese tipo de ausencia. Su vuelo será confundido con tráfico enemigo y una batería cubana disparará dos cohetes antiaéreos contra el aparato en que viaja”
_” ¿Y cómo puedo evitar que ocurra?”
_”No puede, ya está escrito”
_ ¿Estás bromeando conmigo? ¿Esto es algún tipo de venganza?”_preguntó Fontanilla a medio camino entre el asombro y la sonrisa forzada.
_”No compañero General, se llama “Visión remota” y nada podemos hacer para evitar que eso suceda”_José enfatizó el plural de “podemos” para dejar claro que hay cosas cuya naturaleza está más allá del control y capricho humano.
Fontanilla se cruzó de brazos y dio unos breves pasos sobre el cemento pulido de la sala de estar.
_” ¿Sufriré mucho?”
_”No, si se sienta junto al ala izquierda, no. Allí dará el primer impacto, sólo será un segundo, el resto de sus compañeros sentirán, durante medio minuto, cómo cae sin control un avión al que le falta un ala hasta que el otro cohete de en el centro y los mate a todos, nadie llegará vivo al suelo. Con su permiso, adiós”
José colocó la mochila en la espalda, el General quedó allí, como una imagen en blanco y negro, escuchando al Gran Cronómetro marchar a ritmo inverso.
Salió a la lluvia pero se detuvo un momento para decirle al jefe, por encima del ruido de los motores, algo que le quemaba las tripas.
_” ¡Pero aún tiene tiempo para algunas cosas! ¡Dígale a su hija que le quiere, que ha pensado en ella cada día! ¡Escríbale a su padre, sé que vive en los Estados Unidos y es un país enemigo, da igual, dígale que le ama! ¡Que la sangre es la sangre! ¡Reconcíliese General! ¡Reconcíliese y váyase en Paz! ¡Yo le bendigo!... ¡Yo le perdono!”
Trotó hasta la escalerilla lateral y buscó acomodo donde pudo. El piloto aceleró un poco y alcanzó la otra punta de la pista, giró sobre su eje e invirtió el sentido buscando el viento en contra, puso a tope los limpia parabrisas y las revoluciones de las hélices, soltó freno y liberó a la bestia.
Las gotas en la ventanilla cobraron vida propia, a medida que ganaba velocidad, improvisaban coreografías imposibles hasta quedar hechas finas hilachas que distorsionaban la visión de un angelito que ascendía en paralelo lanzando besitos y abrazos amorosos.
Entonces, con la cara pegada al cristal, José comenzó a llorar y fue un llanto venido de fuentes muy profundas, nacido en el núcleo del alma, abundante y silencioso como si en cada lágrima sacara hacia afuera la amargura acumulada, la tristeza prisionera, la pérdida y la desesperanza que le arrebató aquella maldita guerra.
Lloró por todos los muertos, los propios y ajenos, por los inocentes atrapados en la tormenta de plomo, por el ubicuo absurdo de falsos homenajes, por los héroes y sus tumbas, por el José que un día fue y que, de algún modo, tendría que recuperar después de ver el color de los dientes de la muerte, por la novia que no le esperó, por los amigos perdidos, por las medallas sin nombre, el llanto de su madre, por los signos sospechosos de una vejez precipitada.
Pero sobre todo, lloró la perdida de la inocencia, el duelo por una ideología brutal que se pudrió en sus manos cuando vio la cara oculta de los libros de marxismo. Por la revelación de unas verdades que le colocaron, cual pieza sustituible, dentro de una máquina terrorífica inventada para doblegar voluntades a golpe de promesas y mentiras. Por ayudar a crear un régimen totalitario condenado al fracaso pues partía de un génesis sangriento y violento que siempre desechó otras opciones de convivencia.
Siguió llorando una hora más, siempre mirando África desde las alturas, hasta que la fatiga le dejó profundamente dormido y las manos anónimas de los compañeros de viaje colocaron una manta sobre sus hombros para cubrirle del frío mientras el avió subía más y más evitando misiles enemigos en el oficio de llevar las frágiles vidas de aquellas personas a la sucia y sonora capital de Angola.
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A finales de Diciembre de 1986, José fue licenciado de las fuerzas armadas. Un año después comenzó a trabajar para el servicio exterior en labores vinculadas a la cultura de la Isla que le llevaron por México, Nicaragua, Venezuela y República Dominicana. En Europa vivió en   Bulgaria, Alemania, Francia, Portugal y España, en la ciudad de Barcelona, lugar donde a finales de 1991 le conocí en una exposición dedicada a su país.
Hubo magia, encendimos lámparas en el cielo y en la despedida notamos la extraña y mutua sensación de haber hallado  a la persona con la que echar el resto de la vida.
Pero le dejé ir. Hay alas que no se deben tocar. Brújulas marcadas en los destinos opuestos de nuestras cartas de navegación.
Sin embargo ¿Son fiables esos mapas? Es que tenía ante los ojos la encrucijada del empeño y el olvido. Abandonar o continuar.  ¿Y si doblo la cúpula del cielo en el intento de ver más allá del horizonte? ¿Si le pido al Misterioso Dibujante que, por favor, acerque las costas en el pergamino? ¿Y si no me rindo, planto una bandera y declaro mi beligerancia contra la soledad? ¿Si cambio el dejar que las cosas pasen por un hacer que las cosas pasen…a mi favor?
Entonces, desplegué los pétalos de la paciencia, me hice amiga de los almanaques y los relojes intuyendo que el tiempo no era mi enemigo sino más bien, un espacio dedicado a la maduración de una fruta llamada felicidad. Y que aspirar a ella, era en realidad el mejor acto reivindicativo de un sagrado derecho universal.
El derecho a buscar amor, defender el amor, sentirme amada y disfrutar ofreciéndolo.
Por eso, jamás cerré las ventanas, ni tranqué las puertas del espíritu para que su recuerdo compartiera mis atardeceres.
Cuidé el tatuaje de su paso por mi piel, mantuve limpia la arena y surtida de troncos la hoguera de los sentimientos con la intuitiva seguridad de que, un día no lejano, el viento rajaría las velas de aquellos viajes de locura y las olas traerían a mis pies los restos de su naufragio.
Entre cartas, llamadas y postales, supe que seguía desandando fronteras, llevando identidades diferentes, habitando mundos paralelos repletos de camas frías, carreteras complicadas y aeropuertos remotos. Hasta que nos reencontramos fugazmente en el verano del 92 y la alquimia para fabricar sueños se puso en marcha.
Fue en una helada madrugada del invierno de 1994 en la preciosa Lausanne, Suiza, país al que se fue a vivir cuando rompió todos los lazos con el gobierno cubano, que inconfundibles señales de amorosa esperanza  tomaron por asalto nuestros corazones.
En Febrero de 1995 llegó definitivamente a mi lado y ahí sigue, formando parte de mi historia personal gracias a que él me incluyó en el día a día de la suya en medio de acontecimientos sin aparente conexión que, una vez pasado los años, terminaron encajando perfectamente en el complejo rompecabezas que mucho antes había preparado el arcángel Ubel y sus colegas celestiales para que ambos nos conociéramos y estuviéramos juntos para siempre más allá del amor, el tiempo y la vida.