sábado, 30 de abril de 2011

Montjuïc (Cap 3)

 
La intensidad del tráfico obligaba a ir despacio. Así que nos resignamos mientras formábamos parte de la multicolor nube de coches que intentaba entrar en la ciudad en hora punta.
Sentado detrás, el ángel parecía estar en otro mundo, su mirada saltaba de un sitio a otro barriendo el puerto, el cementerio, la elevaciones del norte de Barcelona, incluso creí escucharle decir en voz baja algo así como “Todo ha cambiado, hay demasiados cambios” y continuaba reconociendo lugares.
_”José, ten la bondad de tomar la primera salida e intenta subir a Montjuïc”_Pidió Ubel con delicada voz de mujer.
Me giré y le pregunté.
_”¿Hay algo que buscar en esa montaña?”
El ángel se reclinó en el asiento, pasó las manos por los cabellos he hizo uno de sus típicos gestos, pellizcarme amorosamente una mejilla.
_”No, pequeña”
_”Entonces para qué vamos allí”
_”Para poner en orden mis recuerdos”
_”¿Es que acaso no tienes un cerebro celestial?”_ preguntó con cariñosa ironía mi esposo mientras hacía un cambio de carril.
_”Tengo un buen cerebro”_ replicó el ángel_”Pero también tres mil años en las plumas de mis alas ¿Imagináis la de cosas que he tenido que ver?”
_”Buenas y malas”_dije.
_”Buenas y malas, pequeña ¿sabes? Lo peor no es haber compartido los malos momentos de los humanos, sino la frecuencia con que ustedes suelen repetir los mismos errores. Caen siempre bajo la seducción del falso líder de turno que siempre promete cosas que después no cumple”
_”¿Y si apareciera un líder que cumpliera aquello que promete?”_ preguntó José desde una hipotética situación.
La hermosa morena sentada detrás apagó la luz de su mirada mientras parte de ella viajaba a sitios remotos del pasado.
_”¿Te refieres a la persona capaz de hacer de sus actos una proyección del pensamiento humanista, que mezcle lo mejor de vosotros en un presente unido al mejor pasado, creando un mejor futuro?”
_”Si Ubel, y que no termine bajo las balas de un sicario o un fanático religioso, incluso traicionado por su propia gente”
_”O crucificado”_ dejó caer el ángel desde el eco de sus propias lejanías.
_”Si”_dije yo_”Como Cristo, a propósito, creo que tú le conociste, lo digo porque tenemos pendiente el asunto entre Abigail y el romano y recuerdo que ella era amiga de María, la madre de Jesús. Oye Ubel, dime una cosa ¿Cómo era Jesús? ¿Se parece al que vemos en las películas y los cuadros de pintura?”
_”¿Jesús? Bueno, a quince metros de distancia, era el hombre más normal que podéis imaginar.
_¿Por qué a quince metros?”
_”Por que jamás alzaba la voz, pero aquel que se acercaba lo suficiente para escucharle podía sufrir cambios irreversibles en su alma. Nunca entendí del todo cómo hacía para predicar, hasta que dí con el truco. Cuando él quería la atención del público que se reunía a su alrededor, miraba a los ojos de las personas y una vez realizado el contacto, pasaba información de naturaleza humana y divina en dosis tan perfectas que la gente se quedaba convencida de haber oído un largo discurso cargado de verdades; en realidad fue un experto en economizar palabras.
_”Es que las palabras pueden ser peor que puñales”_dijo José mientras entraba en las curvas que suben al castillo.
Ubel afirmó con la cabeza.
_”Se enfadaba un poco cuando veía que las palabras quedaban cortas ante la profundidad del mensaje, por eso se apoyó tanto en las parábolas y aún así, no siempre quedaba satisfecho, es que era muy autoexigente. Además sabía que en él se depositaba la Gran Esperanza  y que su tiempo tenía fecha temprana de caducidad, sentía a sus espaldas la responsabilidad y el amor que había heredado de la vida y obra de anteriores Maestros Ascendidos”
_”¿A quienes te refieres?”
_”Antes del nacimiento de Jesús hubo Grandes Personas, Maestros, Guías y Conductores espirituales que fracasaron en su empeño de cambiar a los seres humanos. Todos conectados al “Sueño de Dios” pero sometidos al laberinto de la época en la que intentaron influir.  Recuerdo con mucho amor a  Immar Lovúch, era mujer, fundó la Atlántida. No le conocí, su historia es más antigua que yo, pero antiquísimos ángeles me dijeron que era fuerte, hermosa y muy perseverante. Durante años cambió, con paciencia y consciencia, a los habitantes de lo que fue una rústica isla, en el arte de la sabiduría, control de la materia y la amplificación pensamiento. Dejó al morir una Ciudad Estado de extraordinario poder y casta de sabios maestros que continuaron su labor hasta lograr altísimos niveles de perfección del legado de Immar Lovúch. El propósito final no era otro que el de sacar de la barbarie a las tribus que habitaban el actual territorio de Europa y el norte de África bajo el manto protector de la ciencia, la tecnología en armonía con la espiritualidad que se logra en comunión con la naturalezas. Pero el hundimiento de la isla fue demasiado inesperado y la mortandad enorme. Entre lo poco que se salvó se encuentra la información que años después usaron los faraones de Egipto para perpetuarse en el poder mediante dinastías a las que ya no le importaban los orígenes de los fundamentos que les hicieron únicos en el mundo antiguo. José, aparca cuando quieras”   
Nos detuvimos en una solitaria avenida en medio de las curvas y bajamos para seguir a pié la ruta a los más alto de Motjuïc.
Al ver la chica andar descalza, pregunté por las sandalias que le había dejado. Señaló hacia nuestro vehículo y continuó caminando.
_”No imaginas lo que es llevar años en el aire. Necesito sentir el suelo, aunque sea asfalto”
_”Vale, ¿Y de qué otro Maestro tienes información?”_ pregunté intrigada.
_”Se llamaba Jun, nació en lo que sería hoy Hong Kong, cientos de años antes que Jesús.  Hombre con las ideas muy claras, ejemplo de amor y bondad hacia los humanos, fue traicionado por su propio tiempo histórico y su nombre borrado por orden de un sanguinario y spicócapa Emperador temeroso del poder de sus ideas. Nadie recuerda su paso por este planeta. Toda una pena”
A medida que subíamos se hacía más de noche y el fresco obligaba cerrar cremalleras y tirar de bufanda, pero Ubel, descalza y sin mangas, andaba a paso ligero, moviendo el culo, ajena a los piropos que lanzaban chicos jóvenes desde los coches que subían y bajaban animados por la imponente figura del femenino avatar que se había agenciado nuestro querido ángel.
Se notaba que disfrutaba de su estancia en la tierra. Se detenía con frecuencia para hablar con los viejos árboles de la cuesta y se dirigía a ellos saludándoles en idioma Uk y luego les abrazaba y regalaba besos, les decía cosas como “Me alegro de verte, cómo has crecido” o “¿Sabes que conocía tu madre? Tú eres igual que ella, un pino precioso” y venga a dar más besos y treparse por las ramas.
José, algo nervioso, le decía a media voz.
_”Ubel, por lo que más tu quieras, por favor, baja del árbol… ¡Ay!... tampoco saltes de una rama a otra, que no eres un mono. Eres un ángel”
_”Calma, déjale”_ pedí a mi esposo _”Él fue quien me enseño, cuando era niña, a querer los árboles y hablar con ellos ofreciendo mi amor y escuchando sus mensajes, déjale, ésta es su noche, simplemente está saludando a viejos amigos”
Un choche patrulla de la policía autonómica se detuvo ante nosotros alertados por la singular imagen de una chica  colgada, cabeza abajo, de la altísima rama de un enorme pino de la calzada.
La pareja de Mossos de Escuadra, salio del vehículo, se trataba de una mujer joven de pelo rubio con trenzas y un hombre de mediana edad y entradas en la frente que hacían sospechar una pronta calvicie.
_”Bona nit”_ saludaron en catalán.
_”Buenas noches, agentes”_ contestamos en castellano.
_”¿Está con ustedes?”_ preguntó el hombre señalando a Ubel con el índice.
_”¡Oh, si! Ella viene con nosotros pero, no se preocupen, enseguida baja. Todo está bien”
_”¿De veras? Porque  a esa altura tendremos que llamar a un coche de bomberos.”
La chica policía anduvo unos pasos y se detuvo sobre las raíces del árbol.
_”Pero mujer, por Dios ¿No ve que puede caerse y partirse la vida? Baje inmediatamente” _ordenó imperativa_ “¡Ahora!”
Desde lo alto se escuchó una voz.
_”Dice el árbol que no le gusta que le pisen. Dice que las raíces necesitan respirar.”
Los policías intercambiaron miradas de preocupación.
La mujer se dio la vuelta dispuesta a pedir refuerzo por radio cuando una sombra aterrizo a sus espaldas.
_”Hola Susana Bonet, ¿cómo siguió la fiebre de tu niño?”
La chica policía dio un respingo e inmediatamente sacó el arma. Ubel continuó dando información íntima y personal sobre ella, su hijo, su madre y hasta el espíritu del fallecido padre.
El desconcierto llegó al hombre de la ley que ni siquiera trató de defenderse de alguien que, segundos antes, se encontraba colgando de una rama a más de diez metros de altura.
José y yo quedamos petrificados. La pistola de la Mosso de Escuadra apuntaba a la cabeza del ángel pero éste no perecía preocuparle mucho y continuaba hablando con voz tenue y dulce, como cuando se le habla a un niño, hasta que el arma volvió a su funda y entonces abrazó a la policía que rompió en sonoro llanto. La hermosa morena le hizo una señal al otro agente para que se acercara.
Suavemente, empujó a la chicha hacia su compañero. Ellos quedaron mirándose fijamente, muy juntos.
_”David, abrázale, estréchala muy fuerte y dale de tu calor”_ el poli cerró los brazos con la agente Bonet dentro_ “No hay razón para seguir sufriendo soledades, fijaros en vuestro ojos, allí hay palabras nunca dichas y deseos por confesar. Besaros, como si fuera la primera vez que besáis a alguien profundamente añorado. Desaten lo que lleváis dentro”
_”¡Ay, mi madre!”_ escuché decir a José.
Los agentes de policía se entregaron a las caricias y los besos guardados en las costuras de los uniformes.
Y comenzaron a molestar los cables de la radio y el cinturón con las armas reglamentarias, y las linternas, las esposas, las chaquetas y las boinas, los spray antidisturbios y los botones de las camisas y las cremalleras, como si las ropas ardieran sobre las pieles.
Entonces, en un acto de infinita bondad, el ángel abrió la puerta trasera del coche patrulla para que estuvieran más a gusto y allí quedaron, sacándose prendas del cuerpo, detenidos dentro del propio frenesí desatado, incomunicados de un mundo exterior ajeno a lo que fluía de pozos profundos mientras liberaban sentimientos en forma de sexo y ternura.
Yo seguía hecha una estatua de sal y José aún estaba trabado en el “Ay, mi madre”. Ubel se acercó, me pasó el brazo por los hombros, con el que sobraba enganchó una manga del cubano y seguimos andando en silencio, los tres abrazados, subiendo la cuesta sin prisas aparentes, alejándonos de un coche oficial que parecía, por la forma de menearse, haber cobrado vida propia.
_”Entonces”_ dijo el ángel como si nada_ “Les cuento la historia del Tercer Maestro Ascendido. Queréis escucharla ¿no?”
          

No hay comentarios:

Publicar un comentario