domingo, 29 de mayo de 2011

Recuerdos del futuro (Cap 9)


Siguieron goteando las horas por los bordes de la esfera del reloj de caoba que se erguía a la entrada del estudio-biblioteca del lado norte de la casa. Mientras tanto, fuimos agasajados por el viejo Trooper y su guarda espaldas con alimentos traídos de muy lejos gracias a valiosos contactos en la capitanía del puerto, la aduana del aeropuerto y las autoridades de la frontera francesa que, cuidados con especial celo, mantenían provisto de todo lo necesario a Exvet lejos de los controles de las fuerzas de seguridad españolas y las estrictas leyes de la Unión Europea.
Más relajados que al principio, continuamos la animada parla sobre esponjosos cojines alrededor de una mesa circular de grueso cristal en la que teníamos a mano golosos antojos.
Ornella se mantenía sutilmente en segundo plano, muy consciente y alerta de peligros no confesados y alarmas por conocer pero, gracias a su actitud serena y profesional, sentí apagarse dentro de mí aquella luz roja que su presencia inspiró al principio de la noche. Todos, menos Ubel y, en menor medida Ornella, degustamos tanto el vino y las viandas con el mismo placer de las vistas sobre la ciudad más la temperatura ideal que logró el sofisticado sistema de calefacción que transcurría entre las paredes y bajo el parquet. La atmosfera era relajante y tranquila, porque para entonces la confianza se había instaurado en nosotros y yo incluía con naturalidad y rango de íntimos, a estos personajes salidos de leyendas y fábulas que se cruzaron en la línea de mi vida.
Exvet continuó el relato de lo acontecido en el Concilio porque José quería indagar sobre la capacidad premonitoria de los “Sombras” pues creyó entender que la predicción que valoraban en aquella ocasión subía a ciento cincuenta años por delante.
El anciano confirmó que las visiones y sueños de aquellos “Sombras”  estaban agrupados en tres períodos de cincuenta años desde la fecha del inicio del Concilio en aquel verano de 1864 y que cada bloque de años coincidía con los ajustes cíclicos de la línea espacio temporal que separa nuestra dimensión de otras que comparten sitio, masa y energía en la inmensidad de un  Universo del que sólo arañamos la capa superficial de su grandeza.
_”Las verdadera limitación, a la hora de entender las visiones, estaba en nosotros mismos”_reflexionó el Trooper mientras miraba a través del púrpura que llenaba su copa como si ahí de hallaran condensados los recuerdos_”Éramos hijos de aquella época, nuestro intelecto estaba en la vanguardia del saber, casi al nivel de muchos académicos e inventores contemporáneos, pero en definitiva, no más allá de lo que la ciencia había descubierto hasta entonces…me costaba entender los fundamentos de un ingenio mecánico capaz de alzar el vuelo como las aves, con un señor sentado dentro observando empequeñecer a sus semejantes a medida que subía. Recuerdo aquellas extrañas naves submarinas, guiadas por instrumentos incomprensibles, movidas por nuevas energías, atravesando la noche eterna de las profundidades. Cambios en la arquitectura, en el estilo de vida. Carruajes sin caballos llenando ciudades, moviéndose por anchas avenidas a velocidad de locura, trenes deslizándose entre edificios de alturas jamás soñadas, mujeres vestidas con poca ropa, navíos de cuatro chimeneas cruzando océanos, voces saliendo de cajas de madera junto a música y noticias, imágenes en movimiento proyectadas sobre lienzo blanco atrayendo masas de fieles seguidores que se emocionaban con las historias exhibidas y así, y así…como olas sobre arena de playa, las visiones venían y se iban dejando inquietud y preocupación. Después regresó la guerra, por segunda vez se enfrentaban los países, no había piedad, ni contemplación con nadie. Aunque antes, y eso me afectó extraordinariamente, me vi a mí mismo corriendo entre trincheras aquí, en España, ayudando a heridos, llorando junto a los mutilados a la sombra de las ruinas del Alcazar de Toledo. Tosiendo entre nubes de polvo de las explosiones en el frente de Teruel o esquivando bombas en las calles de Barcelona. También recuerdo a un hombrecillo de ojos vidriosos y bigote mostacho hipnotizando a la gente, enviando hacia la muerte a los hijos de los otros, arrasando naciones cual plaga desatada. La carrera por crear la bomba más destructiva no se detenía, las fábricas, hijas del ingenio humano, tampoco. El planeta vivía un rapto de locura colectiva. Un día, la luz de uno de aquellos engendros fue capaz de eclipsar el sol y el grito de miles de almas desintegradas por el calor de las fauces abiertas del infierno me arrebató el sueño para siempre al vislumbrar la silueta, recortada sobre fondo azul, de un enorme hongo gaseoso elevándose sobre una ciudad en llamas. Ya en el tercer bloque de información canalizada, no éramos capaces de comprender lo que veíamos. Menos mal que he vivido lo suficiente para darle sentido a todo. Aquel Concilio fue crucial, entre todos pudimos lograr un modelo de aproximación del futuro y gracias a él diseñar estrategias más eficientes. Hoy sé muy bien que la preocupación de los arcángeles tenía fundamentos sólidos y que una alteración en el modelo genético de los “Sombras” entrañaba correr muchos riesgos, pero se trataba de algo urgente, necesario. El tiempo estaba en contra, los cambios no podían esperar ya que los recién nacidos debían cumplir el pacto con el ciclo parental y buscar su libertad total una vez fallecidos los progenitores, para entonces, estarían más o menos en el umbral de 1914 y listos para participar en La Gran Guerra del lado de los ángeles y los hombres de bien y a partir de entonces, como homenaje a Lord Burdock, los “Sombras” serian conocidos bajo el nombre de “Troopers”.
   

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