lunes, 27 de junio de 2011

Mech (Cap 15)


Tras los cristales de las gafas de José, su cerebro intentaba encontrar orden y lógica a lo que presenciaban los ojos.
La Ventana del Mundo era una habitación pentagonal de casi sesenta metros cuadrados por tres de alto, oculta bajo la casa y lejos del escrutinio no autorizado. Ornella accionó un interruptor y aumentó potencia en los focos que proyectaban luz indirecta sobre las paredes de color crema y el plano techo azul celeste. En el centro, sobre una amplia mesa con forma de media luna, había una especie de pirámide anaranjada de unos treinta centímetros de la cual partían tres finos y elásticos brazos con aspecto de serpiente que, en lugar de cabeza, cada uno tenía acoplada una pantalla de cuarenta pulgadas hecha de un material traslúcido y delgado que reaccionó iluminándose nada más entrar la Trooper.
Ella se movió hacia un rincón en busca de una silla y él quedó pasmado viendo como las pantallas seguían el movimiento de la chica cual girasoles imposibles.
_” ¿Son ordenadores?”_ preguntó en cubano.
_”Supongo”_ respondió misteriosa Ornella.
José alargó el brazo para tocar una de las pantallas pero los dedos encontraron solamente aire. Instintivamente retiró la mano y su amiga rió entre dientes.
_”En realidad, son hologramas”_dijo pasando ella las manos a través del marco de la más cercana_”Es tecnología alienígena, mejor te sientas”
Y le acercó la silla.
Miró el reloj de pulsera, tocó ligeramente la mesa y, dirigiéndose a la pirámide anaranjada, le dijo.
_”Rastrea y localiza a Don Alberto, necesito hablar con él”
Un sonido de confirmación dio inicio a la búsqueda del destinatario.
_”Móvil apagado o fuera de cobertura ¿Paso a nivel dos?”_ dijo una voz sintética. _”Adelante”_ confirmó Ornella.
Y en las tres pantallas aparecieron imágenes en directo transmitidas por, al menos, dos desconocidos satélites en órbita.
_”Afina el barrido y dame opciones”_ordenó la Trooper.
_”Afinando”_ contestó la voz_ “Estamos sobre Jerusalén. Haciendo zoom sobre Jerusalén. Negativo en espectro electromagnético. Negativo en barrido óptico. Paso a barrido áurico, pero hay interferencias. No puedo dar tiempo estimado para contacto”
_”Gracias, esperaré. Evita falsos positivos. Si localizas el objetivo, házmelo saber”
_”Recibido”
_”Ornella ¿Qué-es esto?”_preguntó José.
La chica se alisó un poco los cabellos y acomodó el cuerpo en el asiento invitando a su protegido a imitarle.
“Para entender un poco lo que estás viendo, hay que ir hasta el 25 de Agosto de 1796. Aquel día se estrelló en la selva amazónica una nave de exploración proveniente de la galaxia de Andrómeda. Se trataba de una misión cuyo propósito era el de levantar un mapa social de la tierra mediante sensores en órbita que registraran el paulatino desarrollo de las diversas civilizaciones humanas a lo largo y ancho de los hemisferios en el período aproximado de veinte años terrestres.
Su planeta de origen estaba tan lejos que, a pesar de la magnífica tecnología de sus transbordadores, el plan se basaba en el viaje de una pareja joven y fértil, unida por profundos lazos de amor y motivación. Tales expediciones en el espacio profundo estaban condenadas a ser viajes sin retorno, es decir, que aquellos que venían hacia aquí, no podrían regresar vivos a su mundo por culpa del tiempo gastado en cubrir tales distancias. Por eso decidieron que, en el transcurso de la misión, debería nacer un descendiente que una vez llegado a la adolescencia, conduciría la nave de vuelta con toda la información recogida.
Y en eso estaban Yeeho y Vihíma, unos amantes que se adoraban mutuamente. Yeeho era experto en análisis sociológicos y la persona idónea para valorar nuestros modelos de conducta; ella, Vihíma, tenía rango de comandante de vuelo, médico y geógrafa de la misión. El tercer tripulante era Meem-Chiut-Ja-Viat, al que cariñosamente llamaban Mech, se trataba de un sistema bioinformático basado en la simbiosis celular de diez tipos de plantas y tejido cerebral alienígena, tratado genéticamente para que funcionara como un organismo autónomo dotado de capacidad de transferencia y gestión de datos, almacenamiento, toma de decisiones, autoreparación mecánica, creación de modelos de probabilidades, autodefensa, en fin, de todo un poco, Mech sería algo así como el ordenador central de la nave, aunque el concepto de ordenador se queda muy corto, ya que aquella entidad poseía sentimientos, emociones y espiritualidad.
El ánimo dentro de la misión era muy alto porque, cumpliendo los plazos, Vihíma se había retirado su anticonceptivo y poco después ya estaba embarazada. Un día, los tres estaban celebrando la buena marcha de la misión y el creciente estado de la comandante, cuando Mech pidió disculpas porque debía entregarles un informe urgente. Se trataba de un asteroide que venía directo hacia la tierra tras salirse de su orbita después de colisionar con otro, más allá de saturno. Según los cálculos, la piedra medía casi diez kilómetros y su impacto borraría del mapa la historia humana acumulada hasta entonces.
Ya para esa fecha, Vihíma sentía el aleteo de aquella vida en su interior; una vida concebida en el amor y la esperanza. Abrazada a Yeeho, su primer pensamiento fue el de abortar la misión, volver a casa. El segundo trató el dilema de ver morir a la humanidad, registrarlo e informar a sus superiores. Y el tercer pensamiento se centró en una verdad surgida a lo largo de tantos años en órbita: Habían terminado amando profundamente a los habitantes de nuestro planeta, les conocían tan bien, afanados siempre en sus pujas y guerras, en sus esfuerzos y fracasos, en la expansión de las ideas, en las metas sobre las que viajaban sus sueños, que se sintieron anonadados ente la encrucijada, no prevista, de ser testigos del fin del mundo, o hacer algo por evitarlo.
Ante la incertidumbre, pidieron ayuda. Mech les entregó uno de sus frutos, sus jugos creaban puentes de comunicación extra sensorial que les convertían en un poderoso trío capaz de encontrar la respuesta correcta, la decisión definitiva más allá de sus sentimientos primarios. Para tal ocasión, el ordenador desconectó los instrumentos de rastreo, retiró las antenas exteriores, redujo al mínimo la actividad el núcleo del reactor principal, llenó las paredes de hologramas con olores y creó una suave brisa similar a la que trae el mar de su planeta. Allí, sobre la arena de una playa familiar, bajo la luz de dos lunas, entraron en meditación profunda, Yeeho, Mech, Vihíma y la criatura por nacer, a la que llamaban Yhaa-Lehe, que en su idioma significa “Aquel que trae amor en sus manos”    
          

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