jueves, 30 de junio de 2011

Yo sólo tenía un sueño (Cap 17)


"Más aliviada, Vihíma se centró en la realidad de la situación. Ordenó a Mech recopilar, en varias copias de seguridad, todos los datos acumulados en dos décadas de investigación. “Serás nuestro recuerdo” le dijo al ordenador y con esta orden estaba firmando su sentencia de muerte, porque la composición del aire terrestre era tan corrosiva para su organismo que, en el supuesto de sobrevivir al aterrizaje, no duraría mucho. “Busca un lugar aislado en medio del mar, hunde la nave y cuando llegues al fondo, deja el localizador en automático. Algún día serás rescatado. Prometimos no influir en los acontecimientos de allí abajo” dijo señalando con el dedo al disco azul que se hacía más y más grande. “Ya bastante hemos hecho desviándoles una catástrofe”.
Mech entendió enseguida a su amiga. Más allá del dolor por las perdidas, la chica cumplía al pié de letra todos lo protocolos de emergencia ensayados en los simuladores durante innumerables sesiones de entrenamiento. En aquella nave hubo mucho amor y alegría, pero también, compromiso y responsabilidad con la misión.
Yeeho murió enseguida, la contaminación afectó a los órganos vitales y falleció sin haber recobrado el sentido.
Volvió la chica a tenerlo en sus brazos para acomodarlo en otra cápsula de emergencia. Mech insistió que fuera ella quien ocupara ese lugar, pero Vihíma rehusó tal idea. No iba a abandonar la nave en manos del azar. Era la comandante de vuelo, la responsable de que, pasara lo que pasara, su presencia sobre los cielos de aquel planeta debía no ser detectada. “Me quedo, es mi última palabra, configura bien la entrada en esa atmósfera, utiliza la energía que queda para maniobrar lo que puedas, no olvides que, eres el tercer tripulante. Yo, no te abandonaré.” Aquellas palabras conmovieron mucho a Mech. Vihíma programó el último vuelo de Yeeho hacia el gran incinerador que es nuestro sol. Cerró con sus propias manos la escotilla de la cápsula y se despidió con una plegaria que el tercer tripulante grabó para la posteridad.
“Yo sólo tenía un sueño, y eras tú. Por ti crucé el arco del tiempo y renuncié a ver los amaneceres, para acompañarte en la infinitud de nuestro amor a través del frío y la distancia. Gracias te doy por lo vivido, por vivir más allá de la frontera, por tenerte a mi lado, en mi lecho y mi corazón. Ahora tu espíritu regresa a casa, al rincón más tibio y transparente. Allí esperan tus huellas, los lugares que amamos a la luz de las dos lunas. Vuelve al hogar, amor mío. Y espérame. No tardaré mucho. Bendigo los años a tu lado. Bendigo a nuestro hijo. Y te bendigo a ti.” Tiró de la palanca de disparo y el objeto con los restos del astronauta partió veloz por el túnel de evacuación. Sin a penas sonido, sin vibraciones mecánicas, suavemente, como el tacto de aquellas manos que jamás volverían a acariciar su espalda.
Mech distribuía la escasa energía de forma magistral, corrigiendo aquí, rectificando allá. Buscó el ángulo de descenso idóneo que evitara la desintegración del magullado casco a través de las capas de aire. Lo último que recordó Vihíma antes del desmayo, fueron  las flamas anaranjadas, rabiosas y brillantes, lamiendo el marco de las ventanas laterales. La nave ardía sobre el océano pacífico en una impresionante elipse que partió en dos la línea del atardecer sobre las aguas."

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