domingo, 28 de agosto de 2011

Aquello que esconden a popa (Cap 24)


“Durante la travesía Mech durmió mucho, había descubierto el placer de no hacer nada en un planeta con un atraso tecnológico tan grande que no quedaba otra cosa que armarse de paciencia y esperar la llegada de difusas esperanzas futuras. Por tal razón, entraba en trance profundo y dormía, como un bebe en la cuna, llevando las constantes vitales al mínimo. No daba frutos nuevos ni entablaba diálogos con el portugués _”Vinicius, déjame dormir. Todo está bien, pero déjame dormir”_ decía e inmediatamente cortaba el mensaje dejándole en ascuas. El protector sabía y sentía que su protegido estaba inmerso en un proceso de transformaciones  importantes pero la mera sospecha de no sobrevivir al viaje hasta Holanda le ponía de los nervios. El Capitán Berg los había alojado en una zona apartada de la popa del barco, su cocinero personal se encargaba de llevarles bebidas y comidas pero jamás entablaban conversación alguna con el resto de la tripulación hasta el punto de ser ellos los dedicados a la limpieza y orden de su pequeño habitáculo. A excepción del Capitán, nadie tenía permiso de entrada en aquel área so pena de vérselas con uno de los cuatro pasajeros que nunca se separaban de sus pistolas y dagas. No tardó mucho en correr a lo largo y ancho del casco, todo tipo de rumores y leyendas sobre los misteriosos huéspedes de Paramaribo. La marinería, siempre propensa a supersticiones, hablaba de un demonio indígena encontrado en un remoto lugar de la selva que sería entregado a una secta satánica española, otros afirmaban saber que los portugueses custodiaban un baúl lleno de oro, plata y joyas de increíble valor para apoyar el movimiento reformista conocido con el nombre de “Los patriotas” que abogaba por el fin de la monarquía a favor de una república. Pero nadie a ciencia cierta sabía la verdadera historia de tan misteriosos compañeros de viaje, por eso, al cabo de unos días en los cuales se impuso la rutina marinera sobre el inmenso azul que no termina, todos volvieron a sus faenas sin hallar nuevos argumentos con que alimentar renovadas leyendas de “Aquello que esconden a popa” como solían llamar a Mech y sus amigos.
Una madrugada, bajo la luz de la Osa Mayor, cruzando la mar plagada de algas fosforescentes y tiburones pendencieros, Rui Medina, uno de los custodios, luchaba contra la modorra que deja el sonido de las cuerdas y las maderas del castillo de popa bajo el tirón de las velas hinchadas por brisas del sur, la goleta partía las aguas con bigotes de espuma en un Atlántico en calma. Sobre el palo mayor, el vigía, un grumete casi adolescente, miraba hipnotizado una lluvia de estrellas fugaces intentado comprender los problemas del pegamento usado por El Todo Poderoso para mantenerlas sujetas al cielo_”Quizá se aburre”_pensó refiriéndose al Padre Celestial_”Y se entretiene lanzándolas contra el mar”_dejó escapar una risita infantil y ajustó sobre los hombros la manta de algodón que le protegía del fresco y la humedad.  El Capitán Berg había abusado de dos botellas de tinto después de una cena abundante y llena de anécdotas junto a Vinicius con quién cada vez se sentía más a gusto y ahora dormía acompañado de atronadores ronquidos sobre su litera de noble roble. Salvo el viejo Van der Vaart, uno de los mejores timoneles neerlandeses, curtido durante años en la Compañía de las Indias Occidentales, el resto de la tripulación estaba entregada al sueño. Entonces, a Rui Medina le pareció ver una sombra junto al baúl de Mech y su primera reacción fue subir la mano hasta la afilada daga de la cintura mientras la adrenalina accionaba un cuerpo ausente de cansancio y preparado para repeler cualquier intromisión. Pero lo que vio le dejó sin aliento porque en frente tenía un ángel de casi dos metros con las alas desplegadas tocando con las puntas la balaustrada de los ventanales del fondo. Tragó en seco y retiró la mano del arma. Ubel se llevó un dedo a los labios en señal de silencio y se acercó al estupefacto joven para quien éste encuentro marcaba su primera vez con un ser de aquella categoría.
_”Me asombra su entrega y celo en el cuidado de mi amigo, muy digno de usted ¿Verdad?”_dijo el ángel a un palmo del asombrado rostro del humano_”Sólo intento hacer mi trabajo”_ contestó Rui_”Y lo agradezco, señor Medina, ahora duerma, yo le sustituiré hasta el amanecer”. Rui intentó un amago de réplica pero el ángel besó sus labios y al instante perdió el conocimiento.
Ubel golpeó el baúl con los nudillos y saltaron chispas anaranjadas.
_”¡Mech! ¿Estás ahí”
Respondió el silencio y el ángel tocó más fuerte.
_”¡Dejarme dormir!”_Contestó el Alien.
El arcángel no pudo reprimir una carcajada.
_”Resulta que desde que eres medio terrícola te has vuelto más resabioso ¿Qué hay de los buenos modales con los viejos amigos?”_bromeó repitiendo los golpes a sabiendas que molestaban al inquilino.
_”Ubel”_dijo Mech_”¿Eres tú?, te escucho pero no te veo”
El amigo plegó las alas y abrió los brazos con las palmas hacia arriba. En segundos la estructura que contenía al extraterrestre perdió las sujeciones y todas las partes quedaron flotando en el aire desafiando, entre otras lógicas, a la gravedad de este mundo. La base con forma de estrella de David con Mech en el centro quedó expuesta a la luz del pabilo de las lámparas.
Mech le observó con detenimiento, respiró el aire fresco que dejaba entrar una claraboya entornada, movió el tronco y, a su manera, sonrió.
El ángel acarició la superficie del singular cuerpo, pasó los dedos por las ramas, palpó las raíces, besó uno de los frutos sin arrancarlo y después de aquella ceremonia de amor, Mech entendió el mensaje de agradecimiento que le propinaba aquella criatura venida del país donde sobran las palabras. Y de veras que ellas sobraban porque estuvieron el resto de la noche hablando del pasado y el futuro, haciendo planes y aproximando ideas, preparando los sentimientos para retos por venir y creando las bases de un ciclo en el que humanos y alienígenas superarán miedos y otras barreras en un esfuerzo de hermanos, hijos nacidos del mismo útero donde brota éste y todos los Universos Paralelos que forman El sueño de Dios.
Al despertar, Rui Medina encontró el camarote tal como lo dejó al perder el sentido, no tenía claro si había soñado con un ángel o aquello fue real, de todas formas se sintió mal por haberse quedado dormido en el cumplimiento de una guardia y agradeció el estar despierto antes del cambio de turno. Se lavó la cara, abrió las ventanas y dejó entrar el amanecer. Desde cubierta llegaban ruidos propios del inicio de las faenas marineras. Todo parecía normal. Cuando llegó la hora convenida, sonó la cerradura, más no fue el compañero esperado quien cruzó el umbral sino el mismísimo Vinicius Carvalho en persona que la cerró inmediatamente.
_”¿Todo bien?”_preguntó mirando el baúl de Mech.
_”Si, todo bien”_contestó Rui.
_”Entonces ve a descansar, yo me quedo”
_”Gracias, señor”
El joven recogió su sombrero y se encaminó a la puerta.
_”Rui”
_”Diga, señor”_dijo Medina aún de espaldas a su jefe.
_”Se llama Ubel, el haberlo visto es todo un privilegio y un secreto añadido a nuestra misión ¿Has entendido?”
Rui recordó el beso del ángel, sus alas, la pérdida de control ante el repentino vahído que le condujo al sueño y comprendió que Vinicius también había recibido visita nocturna. Se giró hacia el compatriota, sonrió con los labios apretados y respondió.
_”He comprendido”
El Gran Astro emergió con la panza llena de luz sobre las aguas, apartó las nubes, repartió reflejos sobre cretas de olas y cartas de navegación, alejó incómodos aguaceros y puso en marcha la máquina del viento para que la  “Spiekeroog” penetrara suavemente en la corriente del Gulf Stream camino a casa, seguida de cerca por dos angelitos de piel morena por culpa del sol del Caribe y la prudente pupila del Capitán Berg y el sabio timonel Van der Vaart.”       

      
     

No hay comentarios:

Publicar un comentario