viernes, 19 de agosto de 2011

Vinicius (Cap 21)




"El Gran Gwanahé dio crédito a lo que salía de la boca del niño y acercó a su nariz la sustancia entregada por el pequeño. Tenía aromas desconocidos, incluso para él, que era uno de los hijos del bosque; desprendía un olor dulzón, mezcla de algo vegetal y mineral. Al tacto resultaba quebradizo, como la madera quemada. Pellizcó un trozo y lo introdujo en la boca. Y no pasó nada. Miró orgulloso las caras consternadas que no perdían detalle de la suya. Entonces y sin estar aún muy preparado, algo suave estalló en su estómago y subió con aires de chimenea volcánica hasta el cerebro. Allí dio un salto hacia el fondo de los ojos rebozándoles de colores nunca vistos y, ante el peso abrazador de los destellos, cayó de rodillas con los brazos abiertos cuando una voz abrumadora gritó su nombre bajo el arco óseo de su testa de largo pelo negro. La conexión con Mech lo mantenía atado a una realidad más allá de los sueños, en una dimensión jamás alcanzada, incluso más profunda que los viajes con ayahuasca bajo los sahumerios purificadores del espíritu y el Tam Tam de los tambores rituales. Sintió abandonar el cuerpo en búsqueda de un desconocido que le esperaba también con los brazos abiertos, pero esta vez para cerrarlos sobre él en un abrazo fraternal muy alejado de miedos y peligros, cual navíos que se cruzan en la niebla del tiempo y se desean buena ventura y otras bendiciones. En aquel instante de contacto, Gwanahé conoció la identidad total del enviado del cielo y entendió su petición de ayuda y acogida hasta que llegara la expedición de rescate, a cambio, le proponía dosis de sabiduría para compartirla con la tribu haciendo de ésta una comunidad fuerte y saludable hasta que llegara el día del regreso. El gran jefe estuvo de acuerdo con la nueva alianza y Mech, junto al módulo de transmisión fueron alojados en el centro de la Casa Comunal bajo el esmerado cuidado de las mujeres y la férrea vigilancia de los mejores guerreros durante cuatro largos años terrestres.
Hasta el día en que Vinicius Carvalho, junto a tres compatriotas portugueses y diez porteadores nativos, abrió a golpe de pericia fluvial y filo de machete, un camino hasta los umbrales del territorio de la tribu de acogida.
Su llegada creó miedo e inquietud, los hombres de Gwanahé hicieron una barrera defensiva alrededor de los objetos sagrados mientras arcos de tensas flechas y cargadas cerbatanas de envenenados dardos seguían los movimientos del desembarco de los blancos. Sin embargo, estos nada más pisar la tierra seca más allá de las empalizadas, dejaron en el suelo y a la vista, todas las pistolas, arcabuces, espadas y otras armas como muestra de buena voluntad y negación de cualquier enfrentamiento. Vinicius se separó del grupo y anduvo hasta la entrada de la Casa comunal, entonces se despojó de la empapada camisa de amplias mangas mostrando sobre el pecho un tatuaje que representaba una estrella de David con un cono dorado en el centro, la misma geometría de la pieza donde se hallaba Mech. Su cuerpo era en si mismo un mensaje sólo para los ojos de quienes conocían la existencia del ente alienígena aquí, en la tierra, y todos en aquella tribu se consideraban, para entonces, amigos íntimos del Caído del Cielo.
El jefe indígena salió a su encuentro sin dejar de mirar el hipnótico símbolo que parecía vivo en aquel pecho de agitada respiración.
_”¿Tu presencia trae la paz o la guerra”_ preguntó Gwanahé en perfecto portugués.
_”Trae la paz, Gran jefe, venimos de Manaos con propósitos de buena voluntad, pero dime ¿Cómo es que conoces mi idioma? ¿Otros hombres blancos se han detenido a su paso por aquí?”_ Habló Vinicius con mal disimulada ansiedad.
El jefe sonrió con ironía y después negó con la cabeza _”Sois los primeros y todo lo que sé es obra de “Nuestro Amigo”_ Dijo señalando la imagen del tatuaje_”Bienvenido seas, quienes te acompañan también, las puertas de mi casa están abiertas, a cambio, espero que no cerréis las de vuestro corazón”
Vinicius retrocedió medio paso e hizo una profunda reverencia a Gwanahé mientras su mente intentaba procesar la extraña sensación emanada de aquellos supuestos salvajes, que jamás habían entrado en contacto con los europeos y posiblemente escondían más secretos de los que él era capaz de imaginar y que de paso su llegada, de alguna forma, ya había sido anunciada seguramente por el objetivo principal de la misión que no era otro que rescatar a Mech sin dañar a la tribu del contacto.          
Recordó aquel sueño, cinco años antes, donde un arcángel llamado Ubel le ordenó encontrarse con él a orillas del Atlántico, en un discreto rincón de la costa de Viana do Castelo, de madrugada, para recibir un encargo de impostergable cumplimiento. Viajó desde Coimbra a lomos de un brioso corcel andaluz que era la joya de su negocio de crianza y esperó sobre la arena la hora del encuentro sin poder contener un persistente e incómodo aleteo de mariposas en las tripas. Al finalizar la entrevista con el ángel, su condición de “Sombra” había sufrido un cambio radical porque desde aquel instante su vida adquiría la obligación del rescate y conservación de una entidad venida de otro mundo y eso significaba tomar algunas decisiones que le dejarían dolorosas secuelas emocionales hasta el día del regreso a La Fuente.
Entonces Gwanahé le tendió la mano y así la mantuvo unos segundos mientras la del portugués subía lentamente hacia su encuentro sabiendo conscientemente que tras el apretón que intentaba ralentizar en el tiempo, los días de la tribu estaban contados.
Fue escoltado al interior de la Casa Comunal en cuyo centro estaba Mech. Su aspecto había cambiado en cuatro años. Ahora podía asimilar el exceso de oxígeno sin sufrir quemaduras gracias a un auto tratamiento de ingeniería genética que cambió la memoria celular del cuerpo de tal modo que pudo generar nuevos tipos de tejidos capaces de soportar el intercambio de gases y la radiación del planeta. Podía decirse que Mech se había convertido un poco en terrícola y en ese proceso de experimentación, fue ofreciendo a cambio información a sus amigos humanos que vieron crecer las cosechas, las artes de pesca, la comprensión de los ciclos lunares, las bondades de los cristales atrapados en las piedras y la solución a las enfermedades. El alienígena hablaba con ellos a través de sus trozos quemados por el aire pero al cambiar la química del cuerpo,  tuvo que inventarse otra vía de comunicación, y así fue como comenzó a dar frutos, pequeños, como naranjas en miniatura hijas de un bonsái surrealista cuyo zumo alucinógeno estaba tan concentrado que se hizo necesario rebajarlo con agua de río para asimilarlo sin que friera el cerebro de la gente. Entonces crearon “El Día del Amigo del Cielo” en el que toda la tribu tomaba una infusión a la que se añadía gotas del fruto de Mech previamente diluidas en la olla común. A las pocas semanas fue aceptado como uno más de la comunidad, un tipo singular con una muy especial forma de entenderse hasta el punto de ser admitido como uno más por lo bien que se estaba en su presencia, las cosas que decía, los consejos que daba, como si tuviera respuestas para todo. Una noche, medio año antes de la llegada del portugués,  Gwanahé se dio cuenta de que hacia varias lunas que nadie enfermaba, ningún niño moría y hasta los ancianos perecían gozar de una sospechosa buena salud. Haciendo uso del privilegio inherente a su cargo, el jefe ingirió un trago del brebaje que guardaba a parte para urgencias de comunicación. Antes del minuto sus pupilas dilatadas mostraron en el fondo la llama azul tras la cual brotaba la voz del amigo que preguntó las razones del encuentro. “Amigo Mech, hay inquietud en mi pecho y angustia en mis horas de sueño. Veo hombres subiendo por el río y cruzando lo oscuro de la selva buscando algo que creo que eres tú ¿Qué debo hacer?” La llama flameó cual impulsada por incógnitos vientos, luego se detuvo y dejó escapar azules chispas bajo el cielo de la memoria del jefe _”Vienen a por mí, Hermano, el tiempo de mi presencia entre vosotros toca a su fin”. Gwanahé se llevó las manos a la cara, triste y desorientado _”¿Qué debo hacer?”_ preguntó desde la desolación _ “Nada”_ contestó Mech_”Sólo cumplir con el pacto entre tú y yo” _”Pero sin ti”_replicó el otro_ “¿Qué será de nosotros?” La llama rotó sobre su centro y se detuvo, congelada en toda su belleza_”No se trata de donde estoy sino de lo que está en tu cabeza. Somos familia, hijos del Universo que te he mostrado y ambos, tu y yo, no pasamos de ser hojas flotando sobre el agua del Gran Río ¿Puedes atrapar en tus brazos el caudal que transcurre ante tus ojos? No, yo tampoco. Así que mi viaje continúa y el tuyo ha de comenzar a prepararse porque nos esperan distintos derroteros” El jefe, sentado con las piernas cruzadas se frotaba las manos en medio de un ataque de ansiedad _”Tengo miedo”_le confesó al Alien _ “Yo también, Hermano mío, pero prometo prepararte para cuando llegue la partida”_ “Gracias” dijo Gwanahé. Y así quedó sellado el principio del fin de algunas cosas de este mundo. Vinicius alargó el brazo y cogió un fruto dorado, lo rasgó con la uña mientras lo apretaba con los dedos, entonces brotaron un par de gotas que fueron lamidas por el portugués antes de que Gwanahé le advirtiera que en estado puro pueden ser letales ignorando que los “Sombras” pueden ingerir sustancias que a los humanos les están prohibidas y seguir andando. _”Te esperaba”_dijo Mech al asombrado europeo una vez echa la conexión."            
        

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